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  • Foto del escritorPenélope Donís

La luna y el Sol. Tezcatlipoca y Quetzalcóatl o Serpiente Emplumada.

Actualizado: 28 feb 2023

Para el hombre primigenio la naturaleza contiene un poder mágico-religioso. Los Dioses en un momento primero han creado parte de su realidad en el mundo y en este hecho, en esta revelación de lo sagrado, han creado múltiples hierofanías, que son según Mircea Eliade, es la irrupción de lo sagrado en el mundo profano.


A través de la hierofanía, el objeto, el lugar, o la persona por donde se expresa esta manifestación, jamás volverán a ser igual; porque ese ser o ese objeto, ya no son sólo un objeto, sino es algo por donde lo sagrado se expresa.


De esta manera, el mundo terrenal es una obra divina creada por los dioses. Es un Cosmos. El mundo guarda una estrecha transparencia con el “Cosmos” divino. Para el hombre primigenio no existe una separación entre lo natural y lo sobrenatural. La naturaleza pareciera comunicar algo que la trasciende. Si se le rinde culto a cualquier elemento de la naturaleza, es porque es divino.


En la contemplación de la bóveda celeste, de su inmensidad, de su verticalidad, evocó experiencias “religiosas” o con una otredad divina para el hombre de esos tiempos. La toma de conciencia de lo infinito del cielo, de lo inconmensurable, quizás generó los primeros sentimientos de trascendencia en el ser humano. Lo finito que contempla lo infinito.


En estos lugares inaccesibles, superiores, es la primera morada de los dioses “Los habitantes del cielo”, el hogar de la eternidad. La bóveda celeste, es el lugar donde habitan el sol y la luna. En la luz y en la oscuridad, el hombre arcaico pudo descubrir un ritmo de florecimiento y recogimiento de la naturaleza. A través de estas experiencias, el ser humano vislumbró parte del rostro sagrado de los dioses, las imágenes del sol y la luna.


En Mesoamérica, parte de los dioses “propietarios del cielo” son Quetzalcóatl llamado tambien La Serpiente Emplumada y Tezcatlipoca, el sol y la luna. Llamados en varios códices Quetzalcoatl como Tezcatlipoca blanco y a Tezcatlipoca, como tezcatlipoca negro. Dos divinidades que parecieran ser distintas pero que las une una misma raíz llamada Tezcatlipoca, esta raíz viene dada por corrientes que sugieren una misma génesis en los mitos fundacionales del panteón de divinidades mesoamericanas. Una de ellas, es el mito que menciona a la creación del mundo, la cosmovisión mesoamericana.


El mito hace referencia a que la tierra ha pasado por cinco etapas desde su creación y en cada etapa ha estado resguardada por un sol. Cada sol representa un estado temporal de la naturaleza, simbolizada por un dios. Cada etapa fue creada y destruida por los dioses. El primer sol, fue regido por Nahui-Ocelótl (cuatro-ocelote o jaguar) fue un mundo habitado por gigantes y destruido por jaguares. Los jaguares eran considerados por los aztecas como nahualli o la imagen zoomorfa del dios Tezcatlipoca.


Luego Quetzalcóatl aparece para regir el segundo sol, pero rápidamente desaparece de ese tiempo de creación para luego surgir nuevamente en el quinto sol donde le da vida a los muertos con su propia sangre. Para los mayas y los aztecas este quinto sol fue creado en la ciudad de Teotihuacan. La presencia del dios Tezcatlipoca en una aparición primera a la del dios Quetzacoalt, nos sugiere una fuerza primera en la que está contenida la vida.



Quetzalcóatl. La Serpiente Emplumada

En otro de los mitos fundacionales, aparece que Ometéotl es el creador principal, dual, femenino y masculino que engendró en un tiempo mucho más antiguo a sus cuatro hijos, el primero fue: Tezcatlipoca rojo o Camaxtle, el segundo Tezcatlipoca negro, el tercero Quetzalcóatl o Tezcatlipoca blanco y el cuarto es Huitzilopochtli que es llamado también como Tezcatlipoca azul o colibrí izquierdo. Este mito sugiere que la denominación de Tezcatlipoca es una especie de linaje divino que divide en etapas diferentes a la creación del mundo.


Los dioses Tezcatlipocas, son divinidades creadores que irrumpen en el mundo terrestre cada cierto tiempo o en algún momento específico para crear algo nuevo. La denominación de Tezcatlipoca a este grupo de dioses de igual ascendencia, pareciera entrever que a pesar de las diferencias que puedan hacer significar a cada dios como algo diferente, hay una misma fuerza divina que a su vez es natural, que se manifiesta de una forma siempre creadora; entendiendo al proceso de destrucción y muerte, como parte de un proceso creativo de la vida.


De esta manera Quetzalcóatl blanco y Tezcatlipoca negro emergen del panteón mesoamericano en una suerte de divinidades hermanas y opuestas. En algunos mitos se hace referencia a esta dualidad de divinidades como hermanos y otras como rivales. En otro mito fundacional perteneciente a los nahuas, Quetzalcóatl y Tezcatlipoca originaron al mundo. En un lugar donde sólo existían las aguas primigenias y sólo vivía el monstruo de la tierra llamado el Cipactli. El dios Tezcatlipoca sacrificó su pie como señuelo y el Cipactli emergió de la tierra y se lo comió. En ese momento los dos dioses se apoderaron del monstruo de la tierra extendiéndolo por el mundo generando a su vez los estanques, lagunas y cuevas.


Tezcatlipoca en estos diversos mitos se muestra como una fuerza primera creadora que hace ante sala a la divinidad de Quetzalcóatl. Tezcatlipoca negro es evocado como el “espejo negro que humea” o “espejo humeante” una fuerza invisible, omnipresente, fuente de vida de poder y felicidad; pero desde el lugar creador de lo oculto, en el poder latente inmanifiesto de la vida. Es el dios de la noche. Del cielo nocturno, de la luna y las estrellas.



Tezcatlipoca negro


En una íntima relación con la naturaleza, Tezcatlipoca negro es también el señor de la noche humana. De los pensamientos, sentimientos, tentaciones y guerras. Por eso es invisible y omnipresente, por eso es “el telpochtli”, el siempre joven. En este carácter incorpóreo y cambiante Tezcatlipoca negro, modela y da forma a la vida. Por eso es un dios lunar.


El ser humano primigenio en su contemplación de la bóveda celeste, encontró en la luna a un dios y en esa observación la mitología lunar parece preceder a la mitología solar y quizás es por eso que Tezcatlipoca antecede a Quetzalcoalt. La luna en Tezcatlipoca acompaña al dios como un espejo en las imágenes de sus representaciones, unido a una franja negra que cubre su rostro a nivel de la nariz y un pie inválido.


En el cielo nocturno, la luna muere y regresa a la vida de nuevo. En ese estado en que la luna no es vista, es imaginada por los hombres en su fe y certeza que va a volver a nacer. Quizás por eso la vida y la muerte no eran percibidos como opuestos sino como fases que se suceden en un ritmo circular. Quetzalcóatl y Tezcatlipoca parecen ser sólo etapas de la misma vida.


La imagen de la luna cambiante se une a la imagen de la serpiente que muda de piel y sigue viva. Quetzalcóatl es “la serpiente emplumada” o “la serpiente de plumas preciosas”. El dios es representado como una serpiente, poseedora del conocimiento, cultura y fertilidad. La vida manifestada de forma corpórea. Quetzalcóatl es el Sol y con él, la vida se manifiesta de forma de actividad, es la cosecha de los frutos, es el movimiento de los animales. En un tiempo circular que es sagrado, el dios viene a la tierra en forma de equinoccios, marcando dos fases en el ritmo circular de la tierra. La cosecha y el invierno.


En otras versiones del mito Quetzalcóatl fue un gobernante de Tollan (Tula). Su vida y su reino eran la perfección espiritual en la tierra, para él y su gente. Luego recibe la visita de un hechicero que es encarnado como Tezcatlipoca, que mediante un espejo le muestra una imagen falsa de su rostro. El rey enloquece ante el horror de su imagen, pero Tezcatlipoca decide ayudarlo dándole un brebaje que lo aturdió mucho más, teniendo relaciones sexuales con su hermana Quetzalpétlatl. Este evento tan deshonroso para un líder espiritual, lo hace abandonar Tula y tras pasar por varios lugares llega a Chichén Itzá e inicia una nueva vida y un nuevo lugar de culto, donde el mito del rey se funde con el mito del Dios.


En esta versión del mito Quetzalcóatl se representa como un rey sacerdote ataviado para una ceremonia sagrada. Para una comunión con la divinidad. En las representaciones de Quetzalcóatl rey-sacerdote, la imagen mítica evoca un momento ritual donde el sacerdote llama a la divinidad para que comulgue con él y con toda la colectividad. Para el hombre arcaico la verdadera realidad es la divina, ella es la fuente de esta vida terrena. Por eso, según Mircea Eliade, el ser humano religioso siempre quiere estar el mayor tiempo posible en lo sagrado, porque lo sagrado da vida.



El tiempo histórico es abolido ante la irrupción de lo divino que se manifiesta por hierofanías, que vive en el tiempo circular y en los mitos. Es un querer volver a estar en contacto con los dioses, a un lugar de potencia y vitalidad donde la vida florece sin agotarse. El lugar donde la luna y el sol son vistos como dioses creadores. En el cielo nocturno Tezcatlipoca negro y en el cielo diurno Quetzalcóatl.


Bibliografía Arellano, Fernando. La Cultura y el Arte del México Prehispánico. Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 2002. Baring, Anne y Jules Cashford. El mito de la diosa. La evolución de una imagen. Ediciones Siruela y Fondo de Cultura Económica, México, 2005(1991) Eliade, Mircea. Lo Sagrado y lo Profano. Madrid, Ediciones Guadarrama, S.A., 1973


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